Hablemos de La serpiente y el arcoíris, de Wes Craven (1988)

 ¡Buenos días, compañeros y maestros del vudú! Hoy vengo a recomendaros una gran maravilla de la tensión y la asfixia, una cinta un tanto olvidada a mi parecer de un director más que célebre. Os hablo, por supuesto, de La serpiente y el arcoíris, de Wes Craven.


Haití es un país curioso. La primera nación negra en independizarse del hombre blanco, y encima santificada Satanás por entender a Dios como parte de ese paradigma del hombre blanco (cosa de la que no les culpo en absoluto). Como concepto, ya eso da para historia de terror de por sí, pero si es que encima le pones a Craven (que os recuerdo que ha hecho mucho más y mucho mejor que la historia de ese afilado asesino onírico que era Freddy Krueger) pues nos queda esta película, que es poco menos que una maravilla. 

Estamos ante una cinta oscura y retorcida, una investigación (basada en un caso real y muy documentado, por cierto) sobre una especie de droga zombie que los mafiosos y poderosos magnates del vudú usaban en Haití para sembrar el terror y, de paso, conseguir mano de obra esclava. Cuando nuestro empleado de una farmacéutica viaja hasta allí para intentar conseguir un poco de esa droga para usarla en medicinas, se meterá de lleno en un mundo que no está preparado para conocer. La barrera entre los sueños y la realidad se hará difusa muy pronto, y acabaremos metidos en un febril viaje lleno de animales espirituales, muertos que andan y gente enterrada viva. 

La película abre con una escena de considerable longitud la cual, sin prácticamente diálogo alguno, consigue ambientar en la tensión y el agobio en la que la cinta nos va a sumir durante su duración. Craven se aprovecha de esta situación real para añadir toques de sobrenatural, usando los huecos que la investigación, haciendo que se nos erice la piel y nos haga preguntarnos si no será real todo lo que estamos viendo. 


Adentrándose en la hechicería negra


La ambientación de Haití, quitando cualquier pincelada sobrenatural, es sobresaliente. El calor, la muchedumbre desesperada y festiva siempre (todo a la vez), el ambiente constantemente peligroso por las bandas de ladrones asesinos y las mafias, cuando no el ejército represivo liderado por un dictador sanguinario. Las maravillas de la naturaleza de selvas profundas y húmedas, tribus perdidas en medio del verde, los depravados y escabrosos pozos de tortura que todo dictador que se precie tiene y el gusto salado y ácido que tiene Craven por el dolor y el hacerlo refulgir al máximo en cada horrible acto de los que vemos suceder la película. 

La dirección acompaña con mucha inteligencia la angustiosa historia que vivimos y las actuaciones son más que sólidas, acompañando al resto de la fuerza que la película desprende ya de por sí. La cámara tiene mucha personalidad y casi parece ser un personaje más de la historia, dándole mucho más impacto a las emociones que los personajes o a lo que las situaciones que viven inspiran. Además, todo va acompañado de una especie de narración muy literaria que aumenta en la épica y la inmersión de este tenebroso cuento de terror, en un estilo que no puede dejar de recordarme a Apocalipsis Now. 

Quizás, donde flaquea más sea en su tramo final. No se me ocurriría decir que es malo, dado que se trata de una epifanía de caos, muerte y brujería oscura con una conclusión con mucha moraleja, siempre cruel, que tanto gusta el terror. Sin embargo, para una película desesperanzadora y dura, este final tan luminoso y con un cierto toque a peli de aventuras al más puro estilo Indiana Jones crea un contraste que no siempre es agradable, por mucho que se agradezca el respiro entre tanta tensión. Además, a todo esto se une que todo este tramo final ocurre justo después de la escena más poderosa de toda la película, cuando le echan la droga zombie a nuestro protagonista y es enterrado vivo, en planos largos y asfixiantes. Nos lleva así a uno de los momentos más icónicos de toda la cinta, con el protagonista chillando, desesperado, mientras se desvanece ¡Que no me entierren, no estoy muerto! 

Las pesadillas y a realidad se van volviendo la misma cosa

Igualmente, esto no desmerece para nada un conjunto grandioso, que no solo destaca en ambientación e historia, ambas muy bien documentadas sin por ello dejar de tomarse ciertas libertades artísticas, sino en su trabajo de personaje dónde se llega a crear algunos secundarios muy carismáticos, un villano escalofriante y unos protagonistas que, tal vez sean los que menos destacan, pero es porque son personas bastante más normales y es a través de ellos donde sentimos todo el horror que ese lugar podía desprender. Todo ello gracias al apoyo, me reitero, de unas actuaciones más que dignas

La serpiente y el arcoíris es una pequeña maravilla dónde Craven supo sacar lo mejor de sí y crear una historia que logra ser una locura demente y algo sobrio toda la vez, en un punto medio escalofriante que os hará mirar con recelo cada cadáver en el cementerio, cada vagabundo que baile con ojos vacíos y perdidos. Y, además, el punto de que las drogas zombie sea algo real y todo basado en un caso y en ciertas personas que existieron realmente no hace sino anclar toda esta cinta a un contexto que quizás sería mejor olvidar.

PUNTUACIÓN: 💀💀💀💀 (muy buena)

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