*ESPECIAL* 83 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE HOWARD PHILLIP LOVECRAFT

Tal día como hoy pero en 1937 un cáncer acababa con la vida del maestro de Providence. Y esto es una pequeña oda a él, una pequeña confesión, un pequeño recordatorio, una pequeña divagación. Pequeña, infinitesimal, diminuta en comparación con el universo, frío y oscuro.


    Recuerdo cuando conocí a Lovecraft, pero recuerdo aún mejor como conocí a sus criaturas. Desde pequeño me ha gustado la fantasía y, viviendo en barrio tirando a pobre donde el fútbol y  la semana santa actúan como opiáceos de un pueblo dolorido y el alcohol, las drogas y la promiscuidad ahogan a muchos jóvenes que ni siquiera lo buscan, yo vivía del rol. Lo adoraba profundamente, a decir verdad me sigue encantando. pero no es lo mismo, lo se yo y lo saben los horrores tentaculares que tanto tiempo me han acompañado. No, no era lo mismo.
    
    Era un salvoconducto, una manera de olvidar la lúgubre e inmensamente aburrida realidad para viajar a otros mundos. Mundos oscuros, llenos de monstruos y maldad, pero donde había aventuras, costosas y difíciles pero épicas. Fue un desahogo antes de empezar a escribir, y digo mucho porque empecé con 14 años.

    Uno de los pilares principales de los que vivía era el autorol, Recuerdo jugar una versión simplificada de Anima con un pirata Duk´zarist que llegó a hacerse verdaderamente poderoso. Jugaba con ese personaje, improvisando las historias y aleatorizando las tiradas, cientos de horas.

    El otro gran pilar eran los foros de rol. También le eché muchísimas horas, desde foros basados en alguna obra que me gustase como mundo nuevos, yo los jugaba muchísimo. Creé algunos, recuerdo con mucho cariño uno que quedó a medio hacer con mi amiga Angela (si estas leyendo esto, un abrazo). Pues fue aquí, explorando, cuando encontré a las primeras criaturas de más allá del espacio y el tiempo. Buscando en Google imágenes, confeccionando una suerte de bestiario, recuerdo escribir: criaturas de la cuarta dimensión.No se porqué algo tan específico, no recuerdo mi proceso mental. El caso es que pulsé buscar y ahí estaba, en toda su gloria, lo recuerdo perfectamente.


    Recuerdo muchas imágenes, pero yo me quedé con esta. Con esta justo que os acabo de poner. He tardado un rato en encontrarla. Pero es esa, seguro como que me llamo Carlos, seguro como que nuestro inefable destino es una muerte de silencio y vacío. Algo así diría el maestro, algo mejor me temo. Recuerdo ver, a partir de entonces, referencias allí y allá del cabeza de pulpo pero yo, tarugo máximo, no me dio por buscar nada. Soy bastante curioso, pero ahí pequé de memo.

    No fue hasta algunos años después, con 15 o 16, cuando un familiar mio me comentó que venía de unas novelas de un tal Lovecraft y demás. Yo, ni corto ni perezoso, me leí el libro que me recomendaron: En las montañas de locura.

    Si alguna vez creo algo con la mitad de poder y presencia que esa obra, podré morir tranquilo y feliz. Aunque la muerte es un pozo de nada, de inexistencia profunda e insondable. Algo así diría el maestro, algo así.

    Recuerdo leer esa novelilla, como apasionado que soy de la paleontología, con interés. Interés, intriga, pero ni rastro de miedo. Después, en la novela aparecen criaturas más horrorosas y ciertos descubrimientos tranbólicos. Y yo me sorprendo y capto el aroma del pavor, pero la novela es muy descriptiva y lo hace de maneras muy frías, muy metódicas. Me sumerjo, pero no me asusto. Termino la obra sintiendo que he leído algo interesante, pero para nada el horror inconmensurable prometido. Me encojo de hombros y me voy a picar algo. Esa misma noche, sin embargo, algo me pasó. Quizás solo fuera la larga sombra de autosugestión o quizás el toque de algo que ha atravesado dimensiones enteras porque un chaval de una ciudad patética de un país patético de un planeta patético a soñado lo suficientemente fuerte como para olerlo. Yo creo que fue algo más. El maestro de Providence no lo creería, así que digamos que es mi secreto.

    Esa noche me desperté y fui a beber agua. La sed de la medianoche, ya sabéis. Andé como un muerto viviente de película de Tourneur por el camino bien sabido, como las cabras por sus senderos. Abrí el frigorífico, en modo automático. Cogí al botella y
ZAS.

    Fue como un rayo, una lanza de fuego de los cielos que atravesó mi cerebro, mis pensamientos y mi embotamiento. Me acorde de aquella novelilla tan poco terrorífica y de su final. De lo que significaban los descubrimientos de los protagonistas. Aquella diatriba moral, aquel sentimiento de pequeñez, de no servir para nada, de ser un punto insignificante en la nada cósmica me apabulló. No fue hasta entonces cuando mi cerebro comenzó a unir las piezas y a entender del todo las dimensiones de lo que había leído, de como aquella novela acababa de darle la vuelta a nuestra realidad como especie dándonos, a la vez, tan poquísima importancia. Esa noche, apenas pude dormir. A partir de ahí, vino la locura.


    Acabé muy obsesionado con esa novela. No paraba de investigar sobre la misma, sobre como todos sus datos científicos eran tan rigurosos, como transmitía aquel horror de lo incomprensible, como nos despreciaba como raza. Me la leí decenas de veces. Necesitaba más. Los tochales de Valdemar no tardaron en caer. Recuerdo muy alegremente leerme el maravilloso Caso de Charles Dexter Ward en vacaciones, en una casa rural a los pies de una piscinilla pequeñita con un par de perros correteando. Me trae buenos recuerdos. Pronto, aquello tampoco fue suficiente y pasé a los de su círculo de amigos y más tarde a fanáticos a lo largo de las eras, a lo largo de todos los medios que se dedicaban a emular y retorcer de distintas formas las obras del maestro de Providence. El resto, como se suele decir, es historia.

    Lovecraft creo que ya queda claro que tuvo un impacto enorme en mi vida. Cambio mi forma de ver las cosas, de entender mi mundo. hasta ese movimiento jamás había pensado en la humanidad como algo insignificante de una manera tan seria. El sentirse así de pequeño es liberalizador en cierto modo, el sentir que careces de importancia te libera de los focos. Los asiáticos tienes un dicho: si algo tiene solución, ¿por qué preocuparse? y si no tiene solución, ¿por qué preocuparse? Pensadlo, cuantas más vueltas le deis, más perfecto es. Lovecraft modificó mi visión del mundo, de entenderlo.

    Lovecraft modificó mi forma de entender el horror, de entender la ficción. Cambió por completo como yo entendía el miedo que me generaban las cosas, la manera en la que las cosas dan miedo, las maneras en las que podían dar miedo. Aprecié cosas que antes no, dentro y fuera de la ficción.

    Aunque yo soy mucho más dado a mostrar que Lovecraft sería mentira si dijese que mi estilo de escritura no tiene como un pilar fundamental el horror cósmico de este hombre, el horror de más allá de las esferas del espacio y el tiempo. las descripciones largas y un poco densas, los horrores inenarrables y la falta de comprensión o la indefensión ante entes claramente superiores. Todo herencia de un señor que nació 108 años antes que yo.


    Porque en el fondo, al final del día, me resulta muy difícil no identificarme con este hombre. Quizás vivamos en las antípodas ideológicas y no compartamos muchas de nuestras inquietudes, pero eso no es lo importante, lo esencial. Lo importante es que los dos fuimos chavales escuchimizados, tristes y solos que encontraron su consuelo en maestros de lo fantástico antes de luchar ellos por abrirse ese camino. Gente rara y con problemas de adaptarse a un mundo que causa rechazo, de un lugar donde parecen desaparecer la belleza y la calma por momentos. De alguien que solo quiere vivir, que le dejen vivir en paz en su casa, en mundos muy lejos de aquí. Mundos horribles y peligrosos, llenos de oscuras sombras, si, pero épicos e hipnóticos también.

    Mundos en la lejanía, mundos para ser.

    Un año más, un saludo viejo amigo.

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