Hablemos de Yokai monsters: 100 monsters, de Kimiyoshi Yasuda (1968)

¡Buenos días! Hoy os vengo a hablar de la primera de la trilogía de Yokai Monsters, esta saga oriental de películas tan particular que me resulta muy curiosa. Vamos a ello.


    Me gusta mucho la mitología japonesa. Tiene siempre un nosequé muy peculiar, muy suyo. Unas criaturas extrañas, unas moralejas muy personales. Al fin y al cabo, como oí decir una vez, los orientales son tan diferentes a los occidentales que es normal que su belleza también lo sea. Y creo, en eso radica el encanto de esta cinta. En sus moralejas, sus criaturas, sus trasfondos. Bueno, no nos entretengamos más, vamos a ello.

    La historia es más simple que andar en linea recta. Unos hombres poderosos más corruptos que una manzana llena de gusanos deciden destruir un templo, unos altares de deidades antiquísimas para construir algo que pueda reportar beneficios, un burdel en este caso. La lucha entre lo viejo y lo nuevo, la honra y al deshonra es algo constante en el cine japones. Es algo que enraiza tan profundo en su propia cultura, en su propia manera de ser desde que se modernizaron (allá en el 1868) y que hasta día de hoy en algo troncal en ellos. Una ciudad con la última tecnología que linda con un jardín lleno de construcciones samurais de unos pocos siglos de antigüedad. Pues aquí se explota ese tropo. Tratan de cargarse ese antiguo culto por no reportar beneficio y una horda de criaturas misteriosas, de yokais, espíritus y monstruos del folklore nipón comienza a atormentarlos hasta un final con una moraleja clara.

    La historia puede hacerse un poco lenta o repetitiva a tiempos. Es muy simple y tira de conflictos muy manidos y realmente, hasta la mitad de la cinta, no ves que la cosa comience a llegar a ningún lado. Además, hay alguna que otra subtrama para aligerar el conjunto y resaltar a los personajes, pero son muy cortas, con muy poco peso y la mayoría no acaban llegando a nada. Aquí lo que se prima es que veas yokais, hasta el punto de que, entre medias, nos cuelan alguna historia corta sin nada que ver con al historia principal (salvo quizás por el mensaje de no jodas a lo sagrado) solo para enseñarnos más yokais. Sin embargo, no se tratan como si so fuera una monster movie cualquiera. Se los trata como deidades extrañas, como entes ancestrales y sagrados. Quitando la escena inicial, no aparecen propiamente dichos hasta por lo menos 45 minutos de la cinta y, hasta bien entrado el tramo final, no se vuelven una presencia notable. Va más de que disfrutes de ellos,d e sus diseños, de su influencia y aprendas a respetarlos y verlos como esos demonios un tanto incomprensibles que eran. Y en eso al menos, hace muy buen trabajo.

Algo misterioso se deja entrever.

    No hay gran cosa que contar de los personajes, sinceramente. Están claramente divididos en buenos muy buenos y malos muy malos, sin ningún rasgo especialmente carismático a destacar, más allá de alguna pelea suelta o algún momento un poco más crudo. Son, en general, bastante planos. Resaltan más por las actuaciones que, sin ser la gran cosa, están llenas de esa sobreactuación tan bobalicona que a veces hacen los asiáticos. No es su típica manera de actuar tirando a la exageración, que también, si no que aquí hay un esfuerzo consciente para volver ciertas cosas divertidas. Es un contraste muy raro y a ratos queda un poco disonante, pero es divertido y es una bizarrada más a esta película tan rara de por si.

    La película tiene una dirección muy simple pero efectiva. Primeros planos constantes, algún que otro travelling y poco más. En general es una dirección estática, muy de composiciones generales bonitas y de apuntarte con mucha certeza en lo que te tienes que fijar o en cosas que más adelante cobraran importancia (como el tapiz de los yokais cuando cuentan la historia de los dos samurais, por ejemplo). Se echa en falta cierto dinamismo con la cámara, pero no está mal.

    Mi parte favorita de la cinta es la ambientación. Crea una especie de japón feudal muy campestre, con tonos sombríos. Conforme los yokais comienzan a tomar protagonismo, la cosa comienza a ponerse interesante. Puestas en escena de puro horror gótico nipón, de sombras largas y marcadas. El cielo volviéndose rojo de la ira de los dioses. Llega a crear un ambiente cada vez más oscuro y asfixiante, notándose como algo realmente peligroso e impío se está extendiendo, una oscuridad que comienza a nublar a los villanos. Llega a un punto de sofoco fantasmagórico que, de nuevo, llega a inspirar mucho de literatura gótica japonesa. Todo culminándose en una especie de cabala espectral al más puro estilo de El monte de las ánimas, con ese contexto de fantasía tribal oriental que es de los momentos más espeluznantes del cine de terror japones que he visto, además de un clímax glorioso para una cinta tan particular de un tono tan diverso.

La procesión de los demonios.

    Y es que los yokais están maravillosamente hechos. Trajes, maquillajes y marionetas bien cuidadas, hechos con mucho amor y fijación de antiguas ilustraciones del folklore, tratando de basarse en ellas lo máximo posible. Incluso me he encontrado, muy a mi sorpresa, el uso de animación 2D, dando a estos demonios un aspecto todavía más preternatural. Todos tienen muchísima expresividad, incluso los que menos salen son muy identificable y, aunque se nota la época en ciertas filigranas, hay que reconocer que han envejecido muy bien para ser una cinta de hace algo más de 50 años. Además, de verdad que se nota mucho la dedicación y el cariño puesto en cada yokai, En tratar de hacerlos espeluznantes pero con un toque cómico, en intentar que sean fieles a sus conceptos originales.

    Todo ello acompañado de una genial BSO, una mezcla de música tensa con agudos muy agudos, llena de murmullos, gritos y ruidos de criaturas difícilmente identificables que pueblan las leyendas del Japón más cerrado. Es una sintonía de mal rollo donde nada parece estar del todo correcto, como si te estuviesen observando muchos ojos indiscretos entre los arbustos. Ojos no del todo humanos.

¿Que rostro tenía?

    En general, eso es Yokai Mosnters: 100 monsters, una cinta de amor al folklore nipón, corta, concisa y divertida, a veces con una ritmo raro y una historia poco trabajada y unos personajes sin peso, pero llena de criaturas fascinantes, usa muchos recursos narrativos, una gran banda sonora y una ambientación que mejora a cada momento.

    PUNTUACIÓN: 💀💀💀 (buena)

Comentarios

  1. No hay duda de que la cultura japonesa tiene un encanto especial. Es su cultura, su historia, su modo de pensar, ser, y sentir. Su gastronomía, su arte... incluso sus leyendas y monstruos. No tenía ni idea de que existiera esta película y por lo tanto nunca la había visto. Creo que debería ponerle remedio a esto rápidamente.
    Genial post.

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    1. Es, además, la primera de una trilogía así que tienes yokais para rato. Espero que la
      s disfrutes :)

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