Hablemos de La Cosa, de John Carpenter (1982)

¡Buenos días! Hoy os traigo la esta película de horror clásica ya para cualquier aficionado al género, de manos del maestro John Carpenter nada menos. Esta es la primera de la trilogía del apocalipsis, donde lo único que tienen en concreto es que todas acaban con el fin del mundo. Vamos a ello.



    No me gusta mentir, así que voy a ir de frente desde el principio: esta es mi película favorita. Es una obra maestra del horror dirigida por mi director favorito (junto con Guillermo del Toro) que acierta en todo lo que podrías esperar de una película de terror y luego un poco más.

    Para empezar, esta cinta comprende genero lovecraftiano de maravilla. Adaptar el horror del maestro de Providence a un medio visual como el cine es enormemente complicado, dado que su horror se base en lo inenarrable de las aberraciones que se presentan, decirte que son muy terribles pero no mostrándose para así crear un terror personalizado a cada uno, rellenando los huecos con nuestros propios miedos. Esto, en un medio que su máxima es ``no cuentes, muestra´´, es complicado. Sin embargo, Carpenter siempre ha comprendido bien el género y ha sabido plasmarlo a la perfección en su trilogía del apocalipsis, cada vez de una forma distinta.

    Aquí usa dos trucos:

    Primero, crea una inquietud creciente sin mostrar nada. Carpenter es un maestro de la narrativa visual y una amante del western (como ya demostraría en Asalto a la comisaria del distrito 13(1976)) y aquí se ve muy claro. Esa preparación, esa tumba congelada que no se ve el horror que en ella yace, el ver a ese misterioso perro dar vueltas por la base tras el inverosímil ataque del piloto. Técnica clásica de western: preparar el conflicto para, cuando estalle, tengas la tensión agarrada en la garganta.

    Por otro lado, Carpenter maneja con maestría el diseño de la criatura. El problema que aquí tiene entre manos es que, por muy horripilante que sea el horror cósmico que diseñe, el terror no podrá compararse a las atrocidades de la propia mente que Lovecraft siembra en la imaginación del lector. Por ello, lo que hace es cambiar la forma cada vez que aparece. La criatura asimila todo lo que haya devorado, por ello siempre aparece, adaptándose a la situación, con nuevas y grotescas formas. Todas ellas, además, son una especie de amalgama informe de músculos retorcidos, fauces llenas de dientes superpuestos y miembro medio atrofiados surgidos de lugares incoherentes. Es un poco una sensación similar a las de los shoggoth del maestro de Providence. El hecho de que ambos se sitúen en la Antártida podríamos tomárnoslo como un homenaje, sino una inspiración. Además, el ver entre ese amalgama informe trozos claramente humanos (sobretodo caras) no hace si no alimentar al valle inquietante del espectador. De este modo, la criatura siempre horroriza y sorprende, no importa cuantas veces salga.

Horrores cósmicos.

    No obstante, no solo usa esto para helarnos la sangre; la tensión y la incertidumbre son claves en este film. La cosa puede ser cualquiera, puede imitar a cualquiera a la perfección. Gracias a la anteriormente mentada narrativa visual de Carpenter, se te dan las pistas justas para que dudes de todos. Todos parecen tener buenas coartadas pero has perdido a todos (incluyendo al protagonista) de vista al meno un rato. Lo suficiente para que ahora sean la criatura. Sin contar los hechos que están ahí solo para confundirte o darte aun más incertidumbre, como los calzoncillos rotos del protagonista o donde va Childs en el último tramo de la película, por no hablar del final. Es una lucha en enorme desventaja, dando que la criatura apenas necesita hacer nada para matarlos y puede sobrevivir en condiciones que ellos no están ni cerca de aguantar. Simplemente tiene que esperar a congelarse en el hielo, que la lleven a la civilización cuando pase el invierno. Es una sensación horrible que se mantiene hasta el final de la película. Dudamos de todos, de todo.

    Los personajes están escritos con mucha mano derecha, con un carisma lo suficientemente grande como para que los recordemos de un solo vistazo y con una personalidad establecida que te permite ver su degradación conforme la película avanza. Y es que, en la cinta de Carpenter, la condición humana juega un papel esencial, creando un micro-cosmos equiparable a nuestra propia sociedad donde la desconfianza y el sálvese quien pueda van atenazando a los protagonista cuanto más desesperada se pone la situación. A veces, nos sorprendemos de las decisiones demenciales que realizan algunos personajes cuando muere alguien y descubres que no es la cosa y te preguntas como una persona normal puede hacer todo lo que ha hecho ese personaje. Al final, el terror no es más que la exploración de la psique humana y eso es algo que Carpenter hace de maravilla, hundiéndose en esa parte oscura y primaria del ser humano, esa supervivencia cualquier coste que todos tenemos en los más profundo de nuestro código genético. Todo esto no hace si no mejorar con las actuaciones gloriosas de gente del calibre de Kurt Russel (uno de los favoritos del director).

¿Quién es quién?

    El director juega con al ambientación como quiere. Esos ambientes hostiles y blancos, los contrastes con el fuego, los planos que van siguiendo a los personajes y que nos hacen compartir su peso psicológico o los que siguen al misterioso perro así como la arquitectura claustrofóbica y pasillera de la base que vuelve al conjunto un lugar asfixiante donde cada esquina esconde un secreto desagradable. Además, la fotografía de la cinta es gloriosa, sobretodo en los planos donde la cámara se aleja más y podemos apreciar la verdadera dimensión de la espiral de locura y dolor que es la cinta, la belelza gélida y mortal del paisaje helado o los planos de cerca con los rostros demacrados y agotados de los protagonistas.

    Carpenter ya ha demostardo que es un gran compositor de música, a parte de un excelente director. Las bandas sonoras de Halloween (1978) o En la boca del miedo (1994) atestiguan lo que digo. Sin embargo, para este film escogió al siempre glorioso Ennio Morricone para poner la sintonía ambietal de la película, con un éxito brutal. Sus melodiosas pasan por lo ominoso y poderoso del western (amado por director y compositor por igual) mezclado con toques altos y extraños, con un tono que suena a alienígena total, como algo que no queda bien en la música y acompaña temáticamente a la película.

    Incluso los sonidos van acorde con la excelsa calidad de la cinta, creando sonidos aberrantes e incomprensibles para la criatura que la hacen aun más inenarrable. El rugido que suelta el tipo que huye de ellos, el que tiene las manos nen forma de garras. Aquel grito suena a algo ancestral, algo que no hay vez que lo escuche y no me cree aunque sea cierto pavor.

    Ni que hablar de los efectos especiales, llenos de animatrónicos y prostéticos que a día de hoy siguen viéndose aterradoramente reales, con movimientos enormemente creíbles y con el mérito añadido de las filigranas que tuvieron que hacerse fruto de la falta de presupuesto.

    En general y para no entretenerme mucho, tiene todo lo que una película de terror tiene que tener. Así, sin más apelativos, literalmente no soy capaz de sacarle un solo error.

    PUNTUACIÓN: 💀💀💀💀💀 (sobresaliente)

    En fin, espero que os haya gustado y que me contéis en los comentarios vuestras propias opiniones. Como siempre, sois libres de recomendar películas para futuras reseñas.

    Sin más, nos vemos el próximo viernes.

    Un saludo.

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