Hablemos de 30 Monedas, de Alex de la Iglesia (Temporada 1 // 2020)

 ¡Buenos tétricos y pecaminosos días a todos! Hoy vamos a hablar de la serie del momento, la locura demoniaca de Alex de la Iglesia. ¡Vamos a a ello!



Alex de la Iglesia, para mí, es el eterno fan del terror. Es un hombre que hace cosas de fans del horror para fans del horror. Al menos, cuando le dan libertad creativa y no está haciendo películas para pagar las facturas. Con películas como Balada triste de trompeta o El día de la bestia (cuya reseña hice y os dejo por aquí) son una maravilla exultante de personalidad y plagadas de homenajes a sus filias y obsesiones. Esto da siempre productos fascinantes, obras para verdaderos amantes el género y esta serie es, probablemente, la que más aun sus obsesiones y nos da un producto más contundente.

Si seguimos con esa dinámica del terror como género que se fagocita a sí mismo y se cubre de referencias, la serie lo cumple a rajatabla. Cada frikada loca de las pelotas que podáis imaginaros está aquí: desde los horrores lovecraftianos dignos de La Cosa de Carpenter (otra reseña que dejo por aquí) hasta cualquier cosa retorcida de la nueva carne (articulo que suelto por aquí), pasando por La Niebla de Carpenter, la larga tradición de cine de ouijas y de espejos como portales sobrenaturales, casi cualquier cinta lovecraftiana que se os ocurra, thrillers oscuros como Quien a hierro mata, su propia El día de la bestia, maravillosa cinta que aquí tiene alguna pequeña referencia soltada con cariño y de la que en general la serie bebe mucho, y mil cosas más. Algunas no las cuento por no llenar esto de referencias y otras porque, sencillamente, se me han escapado. Una plaga de referencias demenciales a esos géneros que él tanto adora, a esa serie B de videoclub que tan buenas ideas tenía y que de la Iglesia tan bien afina y depura. 

No solo es eso, por supuesto, porque también hay que destacar con letras mayúsculas el terror religiso de la serie, donde no se limita a unas cuantas referencias y demonios de cuernos retorcidos y nos crea todo un culto con una justificación pavorosa y una historia que encaja dentro de nuestra propia realidad, una reimaginación de los mitos cristianos como algo mucho más pagano y lleno de superchería y hechicerías, ese uso de una marcha de semana santa para la intro, un verdadero interés por la mitología cristiana antes de decidirse a crear algo que nos ofrece un producto más interesante.

No obstante, no solo de referencias vive el hombre. La serie destaca por un carisma propio y potente. Crea una historia sobre unos cimientos que todos hemos oído y consigue darle un cariz completamente nuevo, añadiendo ideas propias muy interesantes y dibujando su propio mundo que sabe ser lo suficientemente humilde para homenajear como lo suficientemente valiente como para arriesgar y ser parte de su propio todo, creando una obra que se queda en la retina por más de dos instantes y que importa algo en esta ajetreada vorágine de obras de usar y tirar auspiciadas por la producción rápida, desmañada y a escopeta de la jodida Netflix de los cojones.

El padre Vergara, el sacerdote más poderoso a este lado de Belén

Como os digo, la historia es un gran acierto, pero también lo es aparte del contenido. Sin lugar a dudas, una de las cosas que primero destaca en la serie es la tensión. Durante ocho episodios tendremos los huevos de corbata con una historia frenética que nos pondrá contra las cuerdas: desde horrores arácnidos (muchos horrores arácnidos), dobles malvados (de estos también hay unos pocos), mundos oníricos, paisajes de guerra, templos satánicos exacerbados y sanguinolentos y un largo y asqueroso etcétera. La historia no nos da respiro y no le tiembla el pulso a la hora de ser cruel. La cámara es movida y agitada cuando tiene que serlo y siento que está aquí muy influenciada por el estilo de grabación de Carpenter, sobre todo en puntos álgidos de tensión, destacando mucho el sentimiento de estar atrapado que tan querido fetiche era del Maestro del Horror (desde aquí hago llamamiento público para que Carpenter vuelva a hacer películas de una puta vez, al menos una última que me de tiempo a despedirme, joder).

Los personajes son todos carismáticos, algunos más tontos y otros más bordes pero todos con un punto en el que llegas a recordarlos. Elena como una especie de excluida con síndrome de Ripley, Paco como el buenazo tratando de buscar su lugar en un mundo agresivo y competitivo, el sargento Laguna como el contrapunto de sensatez que lo cubre todo, el propio pueblo de Pedraza como entidad.... y claro, el padre Vergara. Es que es el grandiosos Padre Vergara el que se come como quiere cada escena en la que aparece. Una especie de atormentado padre Callaham que ha decidido hacer boxeo, un hombre profundamente realista y que trata de ignorar una verdad mucho más sobrenatural que le resulta muy dura de aceptar, a pesar de que él es quien la ha visto más de cerca. Un personaje apasionante (no en vano uno de mis episodios favoritos es donde nos cuentan cosas de su pasado) Que derrocha carisma por los cuatro costados, un contraste duro y seco  al torturado y cándido (aunque intente lo contrario) padre Ángel del Día de la bestia. Ese padre Ángel, no el que tenemos por aquí, que de ese todos sabemos que pie calza, ¿no? 

Aunque no es solo centrándonos en los personajes más principales, está todo plagado de secundarios interesantes o que nos apegan más a nuestra tierra hispana en una serie que perfectamente podría haber sido americana. Esto es algo que de la Iglesia ha hecho siempre muy bien: no perder la esencia. Siempre sentimos que estamos en España (al menos las partes en las que estamos, vosotros me entendéis), aprovechándose además de nuestra terrible España vaciada para crear su propio Castle Rock de marca ibérica. 

Como decía, muchos, muchísimos horrores arácnidos

Estamos además en una obra que se siente influenciadísima por los juegos de rol, en el mejor de los sentidos. Esto no es nuevo en al obra del director y, de hecho, la mayoría de sus cintas buenas caen en este tropo, pero aquí es mucho mas notorio. no se si es por deformación artística o qué, pero casi soy capaz de hacer yo mismo el módulo para Call of Cthulhu viéndola. Veo al master uniendo a los personajes con convenientes y creíbles casualidades para que no se maten antes de lo debido, le veo dándoles catarsis narrativas a todos, grandes enfrentamientos, historias sueltas antes de empezar a encauzarlo todo, veo ese interés con olor a pulp e meter de todo y hacer que todo encaje de un modo u otro. Joder, si mete hasta al puto Nyarlathotep. 

Al. 
Puto. 
Nyarlathotep. 

Quiero decir, si eso no os convence de que es la hostia a mí ya no se me ocurre más.

Ahora enserio: que un español haya creado una serie de terror sin complejos, llena de sectas, cosmicismo, monstruos, fantasmas, momentos oníricos y locuras varias, con un reparto casi por completo español, ambientado en España y que esté siendo un éxito rotundo tanto dentro como fuera de nuestras fronteras es una hazaña que no se conseguía desde los tiempos del bueno de Chicho y demuestra que el fantástico aún tiene hueco en este tumefacto país, que aún hay esperanza.

Es un festival de horror psicológico, monstruos y sectas que no escatima en gore, lleno de efectos especiales (la mayoría tradicionales) maravilloso, un montón de buenas e innovadoras ideas y un ritmo de vértigo. Para mí, sin lugar a dudas, la serie del año. Empezó en 2020 y terminó en 2021, pero para mí que la afirmación vale para ambos.

Y recordad, veáis lo que veáis no lo creáis. Cerrad la mente.

PUNTUACIÓN: 💀💀💀💀💀(sobresaliente)

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