Hablemos de No profanar el sueño de los muertos, de Jordi Grau (1974)

Un infrasonido cuasi demoniaco nos trae a este condenado blog una semana más, esta vez para hablar de una de las cinas más reseñables del subgénero del zombie moderno. ¡Vamos a ello!


No soy yo especialmente fan del cine de zombies, tanto de su vertiente de persona con el cerebro absorbido por algún tipo de magia voodoo como su versión moderna de no muerto sediento de sangre y cerebros. Entiendo el terror al que apela y me parece efectivo y que está al día, no obstante me parece que hay pocas producciones que hay han igualado la maestría con la que autores como Tourneur o Romero trataban el tema. Quizás es que yo sea un poco quisquilloso o que este sea un género difícil de tratar o muy estancado durante las últimas décadas, sobre todo tras el boom de hace unos años que lo llevo a una total sobreexplotación. No obstante, si salvo alguna cinta de la quema, sin duda esta sería No profanar el sueño de los muertos.

Jordi Grau no era un autor de terror, de hecho esta es la única cinta dónde se adentra en tomo y lomo en el subgénero. Sin embargo, a pesar de su experiencia con el género, un buen cineasta lo es siempre y aquí demuestra un completo manejo de todos los elementos, creando una una cinta compleja, divertida y adulta con muchas lecturas y que abraza sin ningún tipo de miedo ni pudor el género.

La dirección es grandiosa, muy tensa y sin parar de subir el ritmo, destacando así algunos de los planos detalle, como por ejemplo el que termina la película (del que hablaremos más detenidamente un poco después) y que frente una de las mayores magias esta cinta. Sabe dirigirte en los momentos de mayor asfixia, haciendo que tanto cuando los zombies están en pantalla como cuando no, la atención solo vaya en aumento. Estamos ante un film comprimido que no se deja llevar por su naturaleza más reflexiva y nos hunde en una tensión brutal, un festival sangriento digno de su género sin por ello descuidar el aspecto narrativo. La película no escatima en ningún momento en lo escabroso si lo ve necesario teniendo algunos planos verdaderamente grotescos incluso para el cine de hoy en día con algunas referencias al cine de romero que se agradece mucho y que demuestran el amor que puso Grau las cintas a pesar de no ser su género predilecto.

Los caídos y vueltos a levantar desde las profanadas tumbas


Los propios zombies son una amalgama de todo lo que conforma el género, teniendo una doble creación. Por un lado, una muy original a través de los infrasonidos de una máquina experimental y, por otro, una creación muchísimo más profana que juega con la santería más clásica que es la que usan los zombies para levantar a otros cadáveres ya fallecidos a través de sangre, como si bebieran (nunca mejor dicho) del género vampírico. Nunca se terminan de explicar del todo y eso quizás los haga todavía más terroríficos. A ratos parecen una casualidad cósmica y a ratos una suerte de castigo divino (si no satánico, tema muy ferviente en la España de la época y que la cinta no duda en tocar).

La película, una producción italo-española, destila frescura y se nota una especie de aire internacional en ella a pesar de tratarse de una producción tan cercana a nosotros, rememorando esa época en la que los mediterráneos éramos capaces de crear cintas que perfectamente podrían pasar por grandes producciones americanas, como ya le hacían otro época otra genial coproducción Slugs: muerte viscosa (1987).

Grau no se olvida en su cinta de los humanos, que conformarán el conflicto principal de la cinta, usando (como viene siendo tradición en el género de los zombies moderno) a sus criaturas para sacar lo peor de ellos. Estamos ante personajes grises con facetas realmente desagradables, a veces grotescos y muchas veces despiadados. Nuestros protagonistas ya son desagradables de por sí, gente dura y arisca que no se termina de llevar bien. La subtrama de la familia de nuestra protagonista es turbia como poco, y el policía es una crítica viviente a los terribles grises del franquismo que actúa sin ápice de remordimiento con los peores métodos. Todo ello además, conformado por un elenco de actores muy competente, entre los cuales incluso encontramos al grandísimo Fernando Hilbeck como el primer zombie, demostrando el interés del autor por darle una dimensión más profunda a todos sus personajes (incluyendo sus monstruos).

Nuestro agradable dúo protagónico


El final es, quizás, lo mejor de la cinta (que ya es decir, teniendo en cuenta la soberbia escena de la cripta) el cual es algo totalmente retorcido que evoca a las trompetas del mismo apocalipsis con un  fijo y terrible chirrido que se alarga hasta la verdadera ansiedad. El sonido penetrante de esas alarmas de maquinaria experimental y que parece ya no ese cúmulo de malas decisiones que han llevado a un desastre, sino algo más oscuro; la naturaleza humana que ha llevado a ese fin de los tiempos que se vaticina en las partes finales de la cinta.

No profanar el sueño de los muertos se trata de una película increíblemente sólida en todos sus aspectos, con un ritmo envidiable y una escritura que muchas otras películas de muertos vivientes desearían, llevada con una dirección tan maestra que no nos hace sino llorar todas esas grandes películas de terror que Grau nunca llego a hacer.

PUNTUACIÓN: 💀💀💀💀

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